El comienzo de algo

Ayer tuve un encuentro un tanto especial. Al menos yo lo sentí así, ya que era la primera vez para mí. Con 29 años, ya tocaba.

Ni siquiera fue algo muy premeditado, ni muy planeado. Simplemente surgió la oportunidad y no me eché atrás. No tenía nada que perder. Un primer contacto por teléfono, un poco frío y con bastantes dudas y recelos por mi parte, y quedamos en vernos al día siguiente por la tarde.

No me costó encontrar el sitio. Maravillas del Google. Me hicieron esperar unos minutos en una especie de recepción bastante profesional, a la americana, y enseguida salió ella. Era una mujer mayor, pero se veía que de joven tuvo que ser muy atractiva. Podría ser mi madre, pensé. Sí, claro, si yo tuviera diez años menos. Que ya no soy un chaval.

Pero era guapa, bastante guapa. Era rubia natural, y tenía unos ojos preciosos. Y tenía ese acento tan de allá que tanto me gusta. Al entrar me dio la mano. No me lo esperaba, aunque no es que fuera inapropiado.Al fin y al cabo estaba haciendo su trabajo.

Fue cosa de diez minutos, quince a lo sumo. El dinero no era un problema, pero en realidad lo que ella me ofrecía no es lo que yo andaba buscando. Quedamos en que me llamará la semana que viene, pero yo ya voy pensando la excusa para no aceptar su propuesta.

En conjunto no estuvo mal. Ahora sé que puedo hacerlo, que los nervios no tienen por qué ser un problema, y que las oportunidades surgen cuando menos te las esperas. Sólo es cuestión de estar siempre preparado por si acaso, y no cerrarse a nada, o casi nada, a priori.

Tarde o temprano llegará lo que quiero, pero la paciencia no es mi fuerte, así que posiblemente acabe conformándome con propuestas como la de ayer. ¿Qué tiene de malo una vida mediocre, cuando la perfección tal vez ni exista?