Lost paradise

Cuando se acerca mi cumpleaños procuro evitar el tema todo lo que puedo. Digamos que no me gusta "avisar" a mis amigos de que se acerca esa fecha. Supongo que todo viene desde que con, no sé, diez años tal vez, le dije a mi madre que no quería celebrar una fiesta de cumpleaños en mi casa nunca más. Me saldría la vena egoísta, o el hecho de ser hijo único (y por tanto, mimado) y no me gustó nada que todo el mundo jugara con mis cosas y dejaran mi habitación, antaño impecable, hecha unos zorros.

Más adelante posiblemente fue por timidez. Que todo el mundo te felicite, o incluso algún profesor haga mención a tu persona delante de toda la clase, no hace sino llamar la atención pública sobre una persona que, como era mi caso, hacía todo lo posible por pasar desapercibida. La vergüenza mandaba sobre mis actos consciente e inconscientemente.

De un tiempo a esta parte ya no era así. En la fábrica no me importaba que se supiera, e incluso sin generalizar a grandes grupos, me gustaba invitar a quien así lo quisiera a tomarse un dulce a mi salud. Lo cual no quita que yo mantuviera el secretismo hasta el mismo día de mi cumpleaños, o como mucho el día anterior.

Este año me ha pillado bastante más aislado de mis amigos que en otras ocasiones, y las pocas veces que quedaba con alguno pues tampoco iba a sacar el tema con dos semanas de antelación. Más allá de la timidez, lo veo como un acto infantil, reclamando la atención de alguien sin haberlo merecido. Lo que sigo sin querer es que nadie se sienta obligado, por compromiso, ni siquiera a felicitarme. Nunca entenderé, por ejemplo, cuando en una boda se invita a medio mundo por compromiso, ya que fulanito nos invitó a la boda de su hija. Otro ejemplo: los regalos. Se agradece cuando vienen en esas fechas tan marcadamente consumistas que todos conocemos, pero se aprecian mucho más cuando no tienen un motivo aparente.

El viernes pasado Taku me sorprendió al acordarse de mi cumpleaños con una semana de antelación, y le pedí que no se lo dijera a Sandra. Este fin de semana tenía muchas ganas de hacer algo con ellos, pero sin que necesariamente tuvieran que saber que era mi cumpleaños y que tal vez sus actos se vieran condicionados por eso mismo. Posiblemente sacaría yo el tema el mismo día, como vengo haciendo los últimos años, sin darle mayor importancia.

Pero cuando el día D, ayer, Taku me llamó para cenar y salir por la noche y no hizo mención a mi cumpleaños, supe inmediatamente que ese era el motivo por el que me llamaba. Y no me importó, porque de haber estado bien de salud le hubiera llamado yo a él o a Sandra. Lamentablemente, cuando más ganas tienes de hacer algo parece que más difícil es, y si unimos uno de mis pecados capitales favoritos con la octava maravilla del mundo, ¿qué resulta? Un día entero en cama, mucho dolor, y una semana de cuidados intensivos. Porque yo también lo sufro en silencio.

Así que ando todavía jodidillo, y pensaba renunciar a salir el viernes, o incluso el fin de semana entero, pero no estaba tan mal como para no hacer caso de la llamada de mi amigo. Al final íbamos a cenar él y yo, junto con Sandra, su novio y algún amigo más de ellos, así que pensé que igual eran paranoias mías y el encuentro no tenía nada de especial. Cuán equivocado estaba.


Al llegar al restaurante (mi restaurante favorito, por cierto, mal sitio para no poder comer a gusto), me felicitaron todos, muestra inequívoca de que el bocachancla de Taku se había ido de la lengua. Es más, lo organizaron entre los dos y cenamos precisamente en ese restaurante por mí. Pero lo que no me podía creer fue que me hubieran comprado un regalo. En realidad dos regalos, el segundo de ellos con mensaje. Y me hicieron sacar unos gallumbos en el restaurante para que leyera lo que ponía en ellos. El cachondeo fue inevitable y yo, emocionado y sorprendido como estaba, ni siquiera tuve tiempo de avergonzarme.

Fue la primera vez en toda mi vida que un amigo me regala algo por mi cumpleaños. Para ellos no fue gran cosa, pero yo me sentí muy especial. Y la noche no había hecho más que empezar.