Una visita inesperada

Me gustaría escribir en presente y no en pasado, para variar, ya que últimamente me falta tiempo para muchas cosas, así que he pensado que voy a escribir cuatro tonterías antes de irme a la cama, porque tampoco sé cuándo podré volver a actualizar. Lo que peor me sabe es que se me quedan muchas cosas en el tintero, mayormente reflexiones de esas tontas mías. Así que igual tampoco se pierde nada porque las olvide.

El caso es que mañana tengo cena de empresa, y se me avecina un fin de semana de mucho trabajo. Miedo me da el sábado, sin haber dormido nada el viernes por la noche, tener que acudir a trabajar empalmao y borracho. O lo que es casi lo mismo: tener que empalmar y llegar desde la discoteca, que si no pasa nada será una que está a diez minutos de la fábrica, hasta la susodicha factoría, con la palanca de cambios en una mano, el cubata en la otra, y manejando el volante con la... santa voluntad suprema, porque con otra cosa no me llega.

Eso, o nos tendremos que recoger prontito para estar a las seis de la mañana al pie del cañón. Qué desastre. Pero mira, eso que me ahorro, en cubatas y en salud. Porque hablando de empalmes (¿empalmamientos? ¿empalmaciones?), esta mañana he ido al hospital a que me revisaran el culete por lo mío. Lo malo es que todavía no me han dado el visto bueno para hacer vida normal (para lo cual me falta tan solo hacer deporte y, según se mire, follar un poco). Lo bueno, que la bruja no se ha equivocado demasiado en su pronóstico, hecho con la mejor voluntad del mundo (gracias una vez más, eres un sol), y tampoco me han dado nueva fecha, sino que ya todo queda visto para sentencia y de aquí a nada me planto yo en la San Silvestre por tercer año consecutivo para intentar batir mi propio récord (el de más tiempo en correrla, o el de beber más cerveza después, cualquiera me sirve).

Y digo hablando de empalmes, y digo bien, porque manda carallo. Yo que ya he perdido la vergüenza a bajarme los pantalones y enseñarle el tercer ojo ciego a cualquier médico, enfermera o ATS que se atreva a contemplar mi mejor perfil (sin importarme el sexo, edad, ni orientación sexual del/la individuo/a) he pasado hoy un momento de apuro gordo en la sala de espera. ¡Pues no va la cosa, y sin pedir permiso se me resucita ella sola! ¿A cuento de qué? ¡Si yo no tenía pensamientos impuros ni estaba realizándome tocamientos con fines totalmente médicos! ¿Cómo iba yo a presentarme con aquello en posición de firmes delante del cirujano y bajarme los pantalones?

Por un momento ha habido un diálogo más que interesante entre (miembro) y (cerebro) al más puro estilo HSolo que no voy a transcribir, pero finalmente la cordura se ha impuesto y la serpiente de un solo ojo ha vuelto a su sitio a tiempo. En qué (o quién) estaría pensando la bicha para actuar por cuenta propia y sin permiso.

Si es que tampoco la puedo regañar, si yo la comprendo...

Actualización 17.12.05: no confundir con aquella otra visita, no tiene nada que ver.