Vigésimo noveno

Ha vuelto la Sandra que yo conozco. En esta frase se distinguen dos elementos. El sujeto o sujeta, que es Sandra, y el otro, que soy yo.

Sandra está mejor de lo que sea que le pasara hace unos días. No me lo ha querido contar, aunque me gustaría que algún día me contara ese tipo de cosas. Pero eso es otra cuestión. El caso es que la veo mejor, y ahí entra la otra parte de la frase, el elemento observante.

Yo también estoy mejor, y lo he notado en mi trato con ella. Por momentos recordaba los buenos viejos tiempos, tan solo unos meses atrás. Hacía mucho que no le decía ningún piropo, y ya tocaba.

Ella dice que es mala persona, por no decir cabrona. Cabrona, en el sentido en que yo soy cabrón con mis amigos: me meto con ellos, les lanzo puyitas continuamente, y no dejo pasar la ocasión de reírme de ellos. Pero lo hago porque todos hacemos lo mismo entre nosotros, todos sabemos que es como broma y sin maldad, y a nadie le molesta que así sea.

Sandra es así con sus amigos, y sus amigos con ella, y yo lo estoy comprobando desde que empiezo a relacionarme con su grupo. No sé si ahora es más mala persona que antes, pero conmigo desde luego no lo era. Yo no le digo piropos a cualquiera, ni convierto en mi otro amor platónico a una cabr... a una mala persona. Cuando la conocí se convirtió rápidamente en lo que es hoy (para mí, mi mejor amiga), y no fue por casualidad.

Bien es cierto que nuestra amistad parece haber evolucionado. Al menos yo la veo de otra forma, posiblemente mucho más cercana a la realidad. En una foto que me mandó de su grupo aparecen 28 personas. Por mucho aprecio que me tenga, que sé que lo tiene, nunca será como el que yo le tengo a ella. Mi grupo de amistades, por desgracia para mí, es mucho más reducido.

Ahora en el trabajo también es mala persona conmigo, lo cual aunque no me guste tanto, también es bueno, porque tal vez seré el número 29 en la próxima foto. Lejanos quedan los días en que hice de ella mi confidente, mi consejera y, en última instancia, mi ""amor platónico"" (con muchas comillas). Ahora todo eso existe en menor medida, y a cambio hemos ganado en risas y cachondeo. Es otro tipo de amistad, diferente a la que yo querría encontrar, pero igualmente válida.

Ella me trata como a uno más de sus amigos: siendo mala persona. Y se ríe no a mi costa, sino conmigo. A mí, en cambio, no siempre me sale ser así con ella, como lo hago con mis amigos. Prefiero, más que reír, hacerla sonreír a base de detalles y buenas palabras. Y eso para mí, cuando lo consigo, no tiene precio.