¿Sueño o pesadilla?

Tenía la esperanza de empezar a correr todos los días, como complemento a mi plan para perder peso. Y yo soy de los que piensa que correr es de cobardes, en especial si no te persigue nadie, pero me hacía verdadera ilusión. Incluso volver a jugar a frontón un día de estos.

También hay un montón de noches interesantes a la vista, de aquí a fin de año. Cenas, bailoteo, un montón de buenas películas que ver en el cine... Incluso, por qué no, un viaje a Talavera de la Reina para visitar a Arlén. Y ahora no puedo ni sentarme en las escaleras a la hora del café en el trabajo. Todos los planes peligran.

La visita al cirujano se ha convertido en otra piedra en el camino. Me ha hecho bastante daño, he pasado un muy mal rato (me mareo con facilidad, y hoy he llegado a tener, como la simpática enfermera ha comentado, cara de geisha de tan blanco como me he puesto), y me espera un mes y pico de cuidados intensivos hasta la próxima visita, para intentar curar de una vez por todas la maldita herida de la operación.

Si quiero acabar con esto de una vez por todas, más me vale tomármelo en serio. Y puede que esto suponga anular muchos planes para quedarme tumbado en casa. Es normal que al contarlo en el curro me haya venido abajo.

Por suerte tengo dos amigos que no me los merezco. Primero Taku, y luego Sandra, han conseguido sacarme de encima el abatimiento. No sé cómo lo hacen, pero lo consiguen. Puede que sea por esos pequeños grandes detalles que, por la absoluta ausencia de ellos hasta ahora en mi vida, yo valoro tanto. Un brazo por encima del hombro. Un sentarse a mi lado a darme conversación. Un simple gracias.

Aparte del hecho de que Sandra realmente se preocupa por mí, y me lo demuestra más de lo que parezco querer reconocer. Debe ser que no me creo todavía la suerte que he tenido al conocerla.