Qué más puedo pedir

Sé que muchas veces soy demasiado negativo. Y también sé que si sólo escribiera sobre los buenos momentos de mi vida (que los hay, y muchos), este blog no existiría como tal.

Ahora mismo me encuentro muy bien, y aunque no me apetezca hablar sobre ello, sí hay algunas cosas que merece la pena destacar. Como vengo diciendo, atravieso una mala racha debido, como siempre, a asuntos del corazón. Así que el 14 de febrero, una fecha tan señalada, no fue precisamente uno de mis mejores días. O no lo iba a ser a priori.

Para empezar, tengo una amiga que es un tesoro, y ya lo he dicho muchas veces. Alguien que no deja de sorprenderme con infinidad de gestos y detalles que siempre me arrancan una sonrisa. Su nombre escrito en el vaho de la ventana de mi coche y que descubro una semana después al mirar hacia atrás en un cruce. Cartelitos por sorpresa en mi mesa de trabajo, para hacerme sonreír cuando menos me lo espero y posiblemente más lo necesito. El martes, piruletas con forma de corazón para todos los compañeros del curro, y por supuesto una para mí. Y tantos y tantos gestos, guiños, palabras e incluso pellizcos, que soy incapaz de reflejarlos todos aquí.

Por todo eso y por tantas y tantas cosas, hoy me es imposible estar triste a su lado. Y después de su último gesto, me es imposible no quererme un poquito más.

Sigo pensando que no soy el más adecuado para hablar de mis virtudes, sino que son quienes me conocen los que deben hacerlo. Por eso le pedí a Sandra que me escribiera un correo describiéndome, a ser posible centrándose en mis cualidades buenas. Ayer me llegó, primero al buzón de correo, y después al fondo de mi corazón.

Me ha dado su permiso para publicarlo aquí, que era mi idea inicial aunque ella no lo supiera cuando lo escribió, así que lo transcribo íntegro. Yo no lo olvidaré en mucho tiempo, pero de esta manera intento compensar todo lo negativo que escribo sobre mí y que por supuesto no refleja la realidad de mi persona.


Una vez más no puedo sino sentirme agradecido por conocer a alguien tan maravilloso, y siento no estar lo suficientemente inspirado como para transmitírselo a ella como quisiera. Pero lo haré, sin duda, aunque sea otro día y en privado. Hoy, uno de esos pocos días en que me siento ante el teclado y me faltan las palabras, sólo se me ocurre repetir uno de mis pensamientos recientes.

Ojalá encuentre algún día a alguien la mitad de buena conmigo que ella.