Filostros y forlayos
I.
Fui despertando poco a poco. La luz del atardecer se derramaba roja por entre las cortinas. Eché una mirada a mi alrededor. Mi apartamento, tal y como a mí me gustaba verlo: toda nuestra ropa desperdigada por el suelo, su minúsculo tanga al pie de la cama, varias latas de cerveza vacías; en la papelera, tres preservativos usados, cada uno con su nudo al extremo. Bueno, la verdad es que al tercero no le habría hecho falta el nudito, porque iba sin grumo.
Ella desnuda a mi lado. Luz de mis días, calor de mis noches, metro setenta de dulzura recubierto de rubia sedosa. Tenía un poco el chocho de oro, pero yo la quería; y ella a mí también. Estábamos muy compenetrados. Después de casi un año juntos ella conocía hasta la última de mis inquietudes, mis más profundos pensamientos, mis más íntimos deseos. Y viceversa: yo nunca tenía la más puta idea de por dónde me iba a salir ella al minuto siguiente.
Al principio me había esforzado en entenderla, buscar patrones, reglas, no sé, algo. A los tres meses decidí buscar retos más factibles, como averiguar el último decimal de PI.
Iba a ser un domingo de puta madre. Teníamos todo el día por delante, y yo no podía encontrarme más relajado. La noche había sido larga, íntima y sudorosa, una de esas noches de verano en las que al final, después de mucho amor, mucho sexo y mucha cerveza, el universo parecía ser como un flujo constante de alguna cálida sustancia en la que podías nadar eternamente.
Me levanté de la cama sigilosamente para no despertarla y fui al cuarto de baño. Me miré al espejo, me guiñé un ojo y me dije: “chaval, estás hecho un toro…” y luego mi ego y yo intentamos meternos en la ducha, pero mi ego no cabía así que entré yo solo.
Justo había acabado de ducharme cuando la oí llamar.
-¿¡Amor…!?
Su voz sonaba como un concierto de arpas celestiales.
-¡Dime, preciosa! -dije.
-Creo que se me ha adelantado el periodo.
Ya la jodimos. Artillería, guarden las arpas, saquen los morteros, todos a sus trincheras. Pasamos de “plácido domingo” directamente a “DEFCON2″. Nuestra relación se encuentra bajo amenaza nuclear.
Mi simple y dicotómico cerebro de programador, cuyas variables podían encontrarse únicamente en los estados sí o no, se iba a enfrentar a un complejo sistema cuántico que soportaba los estados sí, no, no sé, tú no lo entiendes, te odio y no quiero verte más, o cualquier combinación de ellos. Además se aplicaba el principio de incertidumbre: el intento de medición influye en lo que se pretende medir. O sea, que como preguntes, peor.
Salí de la ducha, pero mi ego ya no estaba allí. Se había ido acojonado. Pues nada hombre, vamos a ver cómo capeamos el temporal. Me afeité, me vestí, y volví a la cama. Ella seguía tumbada.
-¿Cómo te encuentras? ¿Necesitas algo de la farmacia? -pregunté.
-No, lo tengo todo en el bolso. Estoy regular… -parecía triste.
-Vale preciosa, hacemos una cosa. Tú relájate, descansa, ponte música o la tele o lo que quieras, y yo te preparo de comer lo que te dé la gana, ¿qué te parece?
-¡Quiero pollo al curry!
Una sonrisa asomó a su rostro. Vamos bien. Un par de días mordiéndome la lengua y siendo especialmente atento y todo habrá terminado.
Me metí en la cocina a preparar el menú. A conciencia, cuidando que todo estuviese como a ella le gustaba. Las cebollas fritas con mantequilla y vino blanco, el pollo con poca sal, curry del picante, nuez moscada, y bien dorado. A la salsa le eché un poco de mozarella y un poco de miel, la pasé al microondas y luego a la batidora. El famoso pollo al Fuckowski. De primero, una ensalada con aliño francés. Le podía enseñar yo un par de truquitos al Arguiñano.
Hora y media estuve liado entre una cosa y otra. Salí de allí con una enorme bandeja tan bien presentada, que me daba pena que nos la fuésemos a comer. Seguro que encima del DVD quedaba de puta madre. Me sentía culpable, era como pintar la Mona Lisa y merendársela luego.
[...]
IV.
En fin, tendría que adaptarme a mi nueva vida de soltero. Para empezar, mi vida sexual iba a volver a ser en dos dimensiones, y mi vida sentimental se iba a reducir a sacar a mear a mi perro.
El vibrador del teléfono móvil ventoseó dos veces. Tenía un SMS. Era de ella. HASTA NUNCA, NIÑATO. No se exactamente por qué, pero aquello me conmovió. En realidad, eso simplemente quería decir “estoy aquí”. Ella se había largado, pero yo me sentía como si la hubiese abandonado a su suerte, tan rubia y tan indefensa.
Mire al móvil y luego al pollo al curry esparcido por el suelo, y luego de nuevo al móvil. Seguí así un buen rato, mientras me decía a mí mismo: píldora roja, píldora azul, píldora roja, píldora azul…
La llamé. Si miles de yanquis se habían arrastrado por el barro en Vietnam por una causa estúpida, yo podía arrastrarme un poco por ella. Cogió mi llamada:
-Qué… -estaba llorando.
-Cariño, siento haberte echado del sillón. ¿Podrás perdonarme? -toneladas de barro. Iba a tener que ducharme de nuevo.
-Ohhh… ¡no se! -se reía alegre y lloraba a la vez.
No tengo ni idea de cómo lo hacía. Sólo se lo había visto hacer a ella. Llorar y reír a la vez de esa manera. Era como un sí y un no juntos. Absurdo, imposible. Pero bonito.
Parece que ese iba a ser el trato. Yo me quedaba con el “dos y dos son cuatro por cojones” y ella con su mundo de color en que las mesas baratas de contrachapado eran monumentos al amor entre los pueblos. Para mí era una gilipollez, pero de su mundo ella sacaba un algo que compartía conmigo y que me hacía la vida más agradable. Yo utilizaría mi sentido común y mi mala leche para que nadie le jodiese a ella la inocencia. Esa inocencia que yo había perdido hacía mucho, cuando me llevé mi primera ración de hostias.
No sabía como iba a resultar a largo plazo, pero en principio no parecía mal trato. De vez en cuando tendría que reventar alguna bandejilla que otra, menos mal que los Motörhead habían sacado bastantes discos.
-Anda, perdóname, guapa. Vente a mi casa.
-¡Bueno…! Si te portas bien…
Esa sí que la entendía. Significaba rascarse la cartera.
Total que reserva uno mesa para dos en un restaurante caro y romántico. Charlamos y nos miramos y reímos a la luz de las velas, y la vida vuelve a ser maravillosa. Hasta la próxima vez que “toca pollo”.
"Fuckowski, memorias de un ingeniero". Lectura más que recomendada, para reír, emocionarse, cuestionarse muchas cosas, y acabar con un nudo en la garganta. No se le puede pedir más a una novela. Versión íntegra on-line, aquí (cuando quiera funcionar el link).
P.D.- Para quien no se haya dado cuenta, estoy de vacaciones. Es decir, con pocas ganas de escribir. Y no, no estoy en Gerona, ni en Alicante. Aunque puede que vaya pronto.
me han gustado mucho los dos capítulos corazón!!! de hecho, ya tengo el link en favoritos para cuando se pueda acceder leermelo enterito!!
y porque no tienes ganas de escribir?? estas bien??? si no ya sabes donde estoy e!
un besazo muy gordote!!
Q pases unas buenas vacaciones!!!
Besotes
Creo que va a ser difícil acceder...el señor Alfredo ganó el concurso ese de relatos y le publicaron las "memorias de un ingeniero"...en previsión de que eso sucediese, recopilé prácticamente todos los capítulos, y el que primero leí fue este que publicas "Fuckowski y el sexo".
El hecho de estar de vacaciones se debe a que realmente no tienes ganas o que estás bloqueadillo? La primera opción me preocuparía más...
De vacaciones cabrón??? Y ese examen que tienes en breve??? jajaja, anda qué como me cabrees te pongo a copiar los apuntes del chuache en cirilio ehhhh. Ah y a ver si me va a tocar cambiar mi tesina sobre los blogs y ponerte en el otro grupo jajaja.... ya sabes cual es ;-)
Abrazos y reserva un poco en las cenas que ya queda menos jajaja.
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