Qué poco cuesta soñar

Yo nunca pude decir de pequeño: "es que mi perro se ha comido los deberes". Así que me tocaba pringar siempre. Y yo encantado, para eso era un empollón de mierda. Ahora sí puedo decir: "no te llamé porque mi perro se ha comido mi móvil". Y hubiera sido verdad si hubiera tardado un microsegundo más en pillarle in fraganti. Porque el otro día le dio por dedicarse al mando de la tele y hoy tenemos que levantarnos para subir el volumen. La bronca que le he echado hoy ha sido tremenda. Pobrecito mío, le temblaban las patas. Qué duro es ser padre. Qué duro debe ser, vamos. Bueno, como será una niña, que le regañe su madre.