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30 marzo 2007

Terapia de choque

El viernes pasado, y soy consciente de lo repetitivo que empiezo a sonar, tuve un bajón de los gordos. Tras tan solo tres días de aislamiento forzado en casa, fui a recoger a mis padres del hospital a mediodía, y tras comer y dejarme caer en la cama, fui cayendo poco a poco, muy lentamente.

Cuando me di cuenta de la magnitud desproporcionada de mi dolor, y sin saber exactamente a qué era debido, tuve que hacer lo que no recuerdo haber hecho nunca: pedir socorro. Estuve a punto de llamar a Benjamina, necesitaba desesperadamente salir de casa o me volvería loco, pero pensar en ella era recordar a Primilla, el origen al fin y al cabo de todo mi dolor, y lo que necesitaba más que respirar era olvidarme de todo aunque sólo fuera por un rato.

Acabé recurriendo a Sandra. Me sabía mal hacerla pasar un mal trago, aunque ya me había ofrecido su ayuda y su apoyo estas Fallas, pero era la única que podía ayudarme. De camino a su casa, literalmente, no veía la carretera. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas a mares. Antes de entrar en su casa paré el coche y me tranquilicé un poco, pero una vez dentro fue inevitable que saliera el tema, aunque superficialmente, pero lo suficiente como para que mi mejor amiga pasara a engrosar la reducidísima lista de personas que me han visto llorar alguna vez. Por suerte, cuando alguien me ve consigo reprimir el llanto lo suficiente como para no asustar a nadie. El día que me derrumbe en público como lo hice esa tarde en mi cama o en el coche, será más que preocupante. Me consuela saber que aún podría estar peor.

Estuve toda la tarde con ella, y por la noche cené con sus amigos. No es que me divirtiera, pero el objetivo era otro, y lo cumplí. Salí del hoyo, a rastras, como pude, con una mano amiga, pero salí. Y no quería volver a caer.

El sábado tuvimos visita familiar, que no sé si me ayudó también a distraerme o fue peor el remedio que la enfermedad. Si tener a tu madre preguntándote cada dos por tres por tu ex para saber cuándo vas a volver a verla ya agobia, la cara de tu abuela preocupada por verte triste y no ser capaz de preguntarte por qué aunque ya lo sepa, tampoco es plato de buen gusto. Y el domingo, una vez solos de nuevo en casa mis padres y yo, me rebelé ante la idea de quedarme todo el día en casa y volver a las andadas acurrucado en mi cama. Me fui al cine, y esta vez sí que avisé a Benjamina, que me acompañó.

Tampoco fue mucha la diversión. La conversación que tengo pendiente con Primilla sabía que primero la iba a tener con Benjamina para minimizar el trauma, y aunque hubo conversación sobre eso, no pude llegar a mucho más. Sentí brotar de nuevo las lágrimas, y de hecho las derramé amargamente, en silencio y a oscuras, una vez más para no preocupar a mi acompañante, cuando la película empezó.

Y el lunes empezaba una nueva semana, por fin la semana de mi reincorporación total a las clases. De nuevo esto me resultó duro, pues la sola mención de algo remotamente parecido a algo que tuviera que ver con Primilla me ponía el nudo en la garganta, y obviamente se me veía triste y basta que alguien me pregunte por mi estado para que me lo recuerde una vez más y, si estaba medio bien, acabe medio mal. Incluso la tutora me llamó aparte y me preguntó si todo iba bien. Así que el aislamiento relativo dentro del grupo y las gafas de sol en una semana de frío y lluvias se convirtieron en mis mejores aliados.

Lo cual no era solución, porque de nuevo ese derrumbe lento y silencioso del viernes pasado me sobrevino el miércoles por la noche, ya en la cama. Y decidí, igual que el viernes, que ya bastaba de palabras y que tenía que hacer algo. Y lo primero que pensé, aunque no me viera totalmente preparado para ello, fue hablar con Benjamina.

Por desgracia para mí, Benjamina aparte de estar a punto de dejarse el ciclo para estudiar otra cosa (con lo que no va a aparecer por clase, y ya la estoy echando de menos), desde que Primilla se liberó por así decirlo, no hay día que no la vea y pasan casi más tiempo juntas que Primilla y yo cuando éramos pareja, que ya es difícil. Así que hasta esta tarde no le ha sido posible quedar para esa terapia que yo tanto necesitaba.

Nos hemos ido a la playa, a pasear lejos de miradas que pudieran ver mi dolor y de oídos que pudieran escuchar mis lamentos. Tanto ayer como hoy yo estaba gratamente sorprendido por mi leve pero a la vez notable mejoría. Me reconozco débil de pensamiento y necesito que alguien me oriente. La labor de cierta bloguera ha sido vital para mí entre otras cosas a la hora de aliviar mi soledad, pero estos días además he recurrido a un libro que en apenas un par de páginas me ha hecho pensar cosas que mi cabeza por si sola nunca hubiera sido capaz de descubrir.

El caso es que pese a estar bastante animado comparado con los días anteriores, he quedado con Benjamina preparado para lo peor, y provisto para ello de pañuelos a mansalva. No han sido necesarios todos, ni he llegado al extremo del día que fui de camino a casa de Sandra, pero no ha sido fácil para mí hablar en las condiciones en que me encontraba.

Básicamente le he dicho a Benjamina las cosas que debería decirle a Primilla algún día, y algunas otras que sé que no le diré nunca. Como que no entiendo la decisión que tomó ni la entenderé nunca, aunque la acepte y la respete porque no me queda otro remedio. Que yo no habría actuado como ella en su lugar, pero supongo que eso son maneras de cada uno de ver la vida. Que mi estado es lógico y comprensible (estamos de acuerdo), máxime al ser la primera vez que paso por esto aunque sea quince años tarde, pero que se ha visto agravado por mis circunstancias de aislamiento por la operación, aunque ellas a esto no le han dado al parecer ninguna importancia ni se han parado a pensarlo más de dos segundos. Que hubiera preferido una o mil mentiras de Primilla con tal de postponer su decisión para ayudarme a superar primero aquello, cosa que ninguna de las dos parece comprender. Que estoy seguro de que si no me hubiera tenido que operar, esto no habría pasado, o habría pasado más tarde, o como mínimo de otra manera. Que me duele mucho si en el fondo ha sido por lo que Benjamina me ha contado: que Primilla realmente no sabe lo que quiere.

Que a pesar de todo no le guardo ningún rencor, y que si actúo en todo esto de una determinada manera no es sino para protegerme a mí en primer lugar, y también a ella. Que a veces quisiera enfadarme con ella, pero no puedo. Que la quiero. Que aunque no nos hayamos conocido como amigos antes que como pareja, quiero estar a su lado sea como sea, porque sigo teniendo una ilusión que va a tardar mucho tiempo en desaparecer, sin llegar a convertirme en un iluso por ello.

Y también me he enterado de algunas cosas relativas a ella a través de Benjamina, como que le pregunta muy a menudo por mí y se interesa por saber cómo estoy, ya que a mí no puede preguntármelo, y que me manda recuerdos casi a diario aunque a mí no me lleguen, porque bien sabe Benjamina que la sola mención de su nombre estos días me hacía más mal que bien. También, indirectamente, sé ahora que está bien, feliz, y de vuelta a su vida de soltera, lo cual me alegra y me duele a partes iguales. Porque está soltera y (me imagino aunque no lo sepa, porque Benjamina sabe bien que no hay que decir esas cosas a un ex) golfeando, en el sentido que empleábamos en su grupo de amigas, aunque no sé hasta qué punto ni quiero pensar en ello. Quiero pensar, y parece que así es, que no está conmigo pero no quiere estar con nadie, en el sentido de tener pareja. Quiero pensar que la vida da muchas vueltas, y que igual que mañana puede conocer a su príncipe azul, el definitivo, de la misma manera, por qué no... No me atrevo a acabar la frase.

Y no quiero sacar más conclusiones a partir de una única opinión de una tercera persona, por muy amiga suya que sea. Sólo que ojalá se aclare un poco, si es lo que necesita, y ojalá esté yo ahí para compartir su felicidad, sea de la manera que sea. Porque hoy, por mucho que ella esté bien (igual que cuando estoy hundido me duele pensar que es feliz sin mí), saberlo no me hace a mí más feliz. Todavía.

Así que esta semana, como esperaba y deseaba, aunque con más dolor del que quisiera haber pasado, he hecho progresos. Benjamina ha empezado a hablarme con normalidad de su rutina fuera de clase, esto es, con Primilla. Oír su nombre, poco a poco, ya no me resultaba tan penoso. Así, he sabido que van a pasar las dos solas una semana entera de estas vacaciones en el chalet que la familia de Primilla tiene a cinco minutos de mi casa. Por un momento, antes de la charla de hoy, me he imaginado hablando con ella antes de que eso ocurra, para, por qué no, quedar los tres algún día de estos. Y parece ser que a Primilla al saberlo a través de Benjamina le ha hecho ilusión. Aunque no comprende que mi dolor haya llegado a tanto, también lo respeta (prueba de ello es que se mantiene alejada de mí en lo posible, como le pedí hasta que yo pueda superar esto) y espera con ilusión que yo esté mejor para, como ambos deseamos, seguir adelante y no distanciarnos.

Y una vez pasado el mal trago de hablar de todo esto con Benjamina con el nudo eterno en la garganta, a orillas del mar y recuperado un poco el ánimo de esta mañana (o de ayer mismo), se me ha ocurrido una cosa. Puesto que tenía que dejarla en su casa para que Primilla la recogiera allí, ¿por qué no avisar a ésta y esperarme a que llegara para (aunque no pudiera hablar todavía de eso) saludarla al menos? No es que tuviera ganas de verla, literalmente (tengo su recuerdo perfectamente vivo en la memoria), sino de quedar con ella. No me apetecía ver lo estupenda que está y lo feliz que es, sino empezar cuanto antes a enfrentarme a mis miedos y superarlo todo poco a poco.

Porque sí, me ha costado algo más de un mes, pero hoy la he visto. Apenas media hora, puede que menos, y con Benjamina delante la mayor parte del tiempo (no habría tenido conversación suficiente para tanto sin ella, o al menos sin venirme abajo). De pie, en la calle, y al lado del coche para salir de allí en cuanto me empezaran a flaquear las fuerzas. Pero el primer paso ya está dado, y no será el último.

No me ha resultado doloroso verla. Guapa, preciosa diría yo, sonriente, como si no hubiera pasado nada. Consciente de mi situación y procurando, o eso me ha parecido, no hacerme incómodo el reencuentro. De hecho no lo ha sido en ningún momento, salvo por algún comentario de Benjamina sobre su último pretendiente y la posibilidad de hacer un trío la semana que viene en el chalet, incluyendo a Primilla. El tipo de bromas, que aunque suenen como tal y en el fondo sé que lo son, me seguirán doliendo durante un tiempo.

De hecho han hablado más tiempo entre ellas, que realmente son más habladoras que yo, y yo intervenía en la conversación puntualmente. Como siempre ha sido, en realidad. Todo risas y normalidad entre ellas, y de Primilla conmigo, contándome cosas y anécdotas cotidianas como si nada hubiera pasado, y aunque le reconozco el esfuerzo y yo me esforzaba en sonreír y aparentar normalidad, también reconozco que no estaba a la altura. Finalmente Benjamina tenía que subir a su casa a por sus cosas antes de irse con Primilla, y nos hemos quedado los dos solos.

Aparte de las preguntas de rigor, sobre mi herida, su espalda, las Fallas, etc. (típica conversación de ascensor), hay poco que recordar. Me ha preguntado si ya estoy mejor, refiriéndose obviamente a lo obvio. Y yo no sé mentir, pero tengo claro que si quiero ocultar a alguien el infierno por el que he pasado es a ella, para no hacerle daño y hacerle las cosas más difíciles, así que he solventado la pregunta lo mejor que he podido.

"Estás más delgado". Cara mía de circunstancias. "Mucho más". No quiero hacerme la víctima, pero si me preguntan e insisten, respondo, aunque sea con una sonrisa de circunstancias. "Perdí tres kilos en una semana". A lo que ella ha respondido, bromeando, con un "qué cabrona habrá sido la culpable" o similar, añadiendo casi inmediatamente que ella tiene la conciencia tranquila. Yo ni he dicho tal cosa (lo de cabrona) ni lo he pensado nunca, como rápidamente le he aclarado, pero es el tipo de cosas que me temo que pueden hacernos mucho daño, al menos a mí, cuando hablemos. No le he dicho lo de los kilos como un ataque o un reproche (de hecho han sido ya cinco los perdidos desde entonces), ni siquiera pretendía sacar el tema, y puede que tal vez haya sonado a victimismo, pero es ella quien ha insistido en el comentario, y luego ha respondido claramente a la defensiva, muestra de que tal vez le ha molestado. O tal vez simplemente se le ha escapado una de esas cosas que, como yo, supongo, tiene rondándole en la cabeza todo este tiempo para decirme cuando hablemos.

Cosa que sucederá un día de estos, pero como ella ha dicho, cuando yo quiera. Hace una semana no habría sido capaz de concretar, ni de lejos, cuándo podré hacerlo, pero ya llevo unos días viéndolo más cercano, señal de que voy estando preparado poco a poco, lo cual me alegra enormemente. Posiblemente, de todas formas, me limite a escuchar lo que quiera decirme intentando (nunca se me ha dado demasiado bien callarme cosas) morderme la lengua para evitar situaciones como esta, pequeños reproches camuflados, puñaladas inintencionadas bajo la apariencia de frases inocentes que al menos por mi parte no me gustaría ni recibir ni lanzar.

Será, como ella dice, cuando yo quiera, o cuando pueda más bien. Como le he comentado en persona, y ha sido un momento difícil, no es que no quiera, sino que estoy mal y no quiero venirme abajo, "así que dejémoslo ahí". Y como la conversación trivial se había acabado, y yo más que incómodo por la situación estaba temeroso de que la cosa (mi cosa, ese monstruo acuoso que me anuda la garganta y empezaba a asomar) fuera a más, y visto que Benjamina tardaba en bajar, me he despedido de ella y me he ido de allí. Desde luego no estaba loco de contento, pero tampoco hundido y sí satisfecho del paso dado.

Y no he podido evitar fijarme en un último detalle antes de irme, al pasar a su lado con el coche, como tampoco darle mil vueltas desde entonces. Su cara, que al igual que la mía es un poema de los que reflejan el alma y hacen imposible evitar transparentar ciertos estados de ánimo, había cambiado radicalmente. Estaba muy seria, incluso al saludame con la mano, y conozco perfectamente su sonrisa forzada, esa que todos usamos para saludar incluso al vecino que tan mal nos cae, y que no he visto ni una sola vez en toda la conversación (realmente se la veía contenta, y no fingiendo). Su cara ahora era totalmente diferente, y no puedo dejar de pensar en el motivo. La conozco la suficiente como para intuir que algo le pasaba por la cabeza, pero no tanto como para saber el qué.

Sólo espero que no le haya molestado nada de lo poco que le he dicho, y aunque a esa parte oscura y soñadora de mí le gustaría pensar que nuestro encuentro le ha hecho recordar algunas cosas y desde ya está empezando a plantearse algunas otras, intento ser realista y hacer honor a aquello de lo que más presumo en la vida (ser buena persona), y me gustaría creer que al menos uno de los dos está perfectamente bien y ha conseguido lo que todos en el fondo queremos, que es ser feliz.

Pero siendo realista, y pensándolo ahora un poco, lo más probable es que al verme haya empezado a darse cuenta de lo que hasta ahora no ha podido saber de primera mano: lo mal que he llegado a estar, y que ni fingía antes, ni lo hago ahora, ni voy de víctima, como me acusó en un primer momento en su día. Y digo esto porque la misma Benjamina me ha reconocido hoy que la asusté el primer día que me vió después de aquello, el día que ella misma se dio cuenta de que estaba equivocada y lo que hablaba con ella por messenger no eran exageraciones mías. Ese día habían pasado diez desde el comienzo del fin, apenas una semana desde lo peor para mí, cuando cogí el coche por primera vez tras la operación y fui a clase a hacer un examen. No recuerdo lo que hice o dije ese día, pero sabiendo cómo soy y cómo he estado esta misma semana en clase, casi un mes después, no me extraña que se asustara.

Sea como sea, ya tendré tiempo, tal vez demasiado, de pensar en todo ello y de hablar con Benjamina o con la propia Primilla, que ya lo veo mucho más posible y cercano. De hecho he sido capaz de escribir todo esto de un tirón desde que he llegado a casa, y sin derramar ni una lágrima, ni bloquearme por el odioso nudo en la garganta. Este Marzo tan negro llega a su fin. No creí que llegaría este momento. Sinceramente creo, y espero no equivocarme, que hoy he dado un gran paso en la dirección correcta. El primero, que no el último.

Y ojalá la brisa marina se haya llevado mis últimas lágrimas por ella.

Actualmente escucho: "The sweet escape" (Gwen Stefani)




If I could escape I would but,
first of all, let me say
I must apologize for acting stank and treating you this way
Cause I've been acting like sour milk all on the floor
It's your fault you didn't shut the refrigerator
Maybe that's the reason I've been acting so cold?

If I could escape and recreate a place that's my own world
and I could be your favourite girl (forever), perfectly together
Tell me boy now wouldn't that be sweet? (sweet escape)
If I could be sweet, I know I've been a real bad girl (I'll try to change)
I didn't mean for you to get hurt (whatsoever)
We can make it better,
Tell me boy wouldn't that be sweet? (sweet escape)

I want to get away, to our sweet escape
I want to get away, yeah

You held me down, I'm at my lowest boiling point
Come help me out, I need to get me out of this joint
Come on let's bounce, counting on you to turn me around
Instead of clowning around, let's look for some common ground
So baby, times get a little crazy
I've been gettin' a little lazy, waitin' on you to come save me
I can see that you're angry by the way that you treat me
Hopefully you don't leave me, wanna take you with me

If I could escape and recreate a place that's my own world
and I could be your favourite girl (forever), perfectly together
Tell me boy now wouldn't that be sweet? (sweet escape)
If I could be sweet (sorry boy)
I know I've been a real bad girl (I'll try to change)
I didn't mean for you to get hurt (whatsoever)
We can make it better
Tell me boy now wouldn't that be sweet? (sweet escape)

If I could escape
If I could escape

Cause I've been acting like sour milk all on the floor
It's your fault you didn't shut the refrigerator
Maybe that's the reason I've been acting so cold?

If I could escape and recreate a place that's my own world
and I could be your favourite girl (forever), perfectly together
Tell me boy now wouldn't that be sweet? (sweet escape)
If I could be sweet (sorry boy)
I know I've been a real bad girl (I'll try to change)
I didn't mean for you to get hurt (whatsoever)
We can make it better
Tell me boy now wouldn't that be sweet? (sweet escape)

I wanna get away, get away
to our sweet escape
I wanna get away
Yeah

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Blogger MeTis said...

bueno joe, pues me alegro, ya iba siendo hora que empezaras a superarlo poco a poco (he dicho poco a poco). sinceramente creo que deberias mantener ya esa conversacion de una vez por todas, liberarte de todo lo que te corroe dentro, no guardarte nada, exponerselo bien claro a ella, y luego dar media vuelta y dejarla ahi plantada y que se entere que no vas a ir suplicandole volver (que no quiero ser mala, pero quizas se esperaba eso y le cambio la cara como tu dices al no hacerlo tu).
venga joe, arriba, sal mas amenudo al solecito, vete a tomar unas cervecitas, pasea por el museo de las ciencias (por cierto, fui hace poco y me encanto) y sonrie, que ya veras.

besitos

5:41 p. m., marzo 31, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Me alegra leer tus palabras, ver que poco a poco lo vas superando, y ver como intentas salir y luchas por conseguirlo!
Sigue así, saliendo y apoyandote en amig@s y poquito a poco, desaparecerá de tu cara la tristeza.

Un abrazo enorme!

1:44 p. m., abril 02, 2007  
Anonymous Anónimo said...

De eso se trata tio, de eso se trata! Poco a poco, pero decidido a avanzar.

Te voy a dar un consejo mio por haber pasado alguna situación parecida: sigue saliendo. Queda con Sandra, con sus amigos, con los tuyos, pero sal de casa y ocupa tu tiempo. No importa si te ves aburrido, si crees que no has hecho ningun progreso, y hasta que te rallas... nada de eso importa.

Lo que importa es que sales y recibes energia del exterior, te relacionas con gente y te vas acostumbrando a ello.

Verás que pronto tendrás impulsos de hacer algo que nunca hubieses pensado que harías, viajes extraños o cosas por el estilo... son esas las cosas que te harán recuperar la confianza en ti mismo.

Por cierto, si llegas a esa fase de los viajes no dejes de avisarme, sabes que tienes una cama, un guia turístico y cervezas por aquí ;), hablo en serio.

Un abrazote

2:02 p. m., abril 02, 2007  
Blogger Ordago said...

Yo no te voy a dar consejo, porque creo que vas bastante bien tu solo... Te voy a hacer una observación, siempre en mi modesta opinión y sin ánimo de ofender, por supuesto... Dices que no entendió ni "que hubieras preferido que pasara en otro momento, que no cuando tu aislamiento" y que tampoco entendio un "dolor tan profundo"... ¿No crees que ese tipo de actuaciones pueden decir mucho de la gente? ¿No crees que eso puede darte mucho que pensar?
Por cierto, y siempre en mi modesta opinion, yo no creo que el "ataque" porque que le dijeras lo de los kilos de menos, viniese porque le molestase tu comentario... Pero esto ya es algo de "psicología femenina"

10:04 p. m., abril 02, 2007  

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