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04 marzo 2007

Una semana que nunca parecía acabar

El viernes parecía que escribir el post anterior me había servido de desahogo, o algo así. Triste desahogo, por cierto, coger el enésimo berrinche al recordarla, pero fuera por la causa que fuera, por la noche estaba más animado, aunque siguiera in poder recordar aquella canción. Incluso empezaba a recuperar un poco el apetito, aunque no es que quiera recuperar los kilos que he perdido estos días tan malos.

Pero no podía ser tan fácil superar algo así, y si hay algo peor que estar tirado en la cama pensando en ella con ganas de llorar, es estar pensando en ella, con ganas de llorar, tirado en la cama de urgencias de un hospital.

Nunca había ido en ambulancia, pero ayer tuve mi sesión de ida y vuelta. Nada más levantarme por la mañana tuve una hemorragia en la herida de la operación que no podíamos detener, y acabé pasando de nuevo por el quirófano. Cuando llegué a casa a las siete de la tarde, sin haber comido nada en todo el día, mi apetito había vuelto a desaparecer. Y cuando se enteró Benjamina y me llamó para preocuparse por mi estado, y me preguntó con mucho tacto por el otro asunto, volví a hundirme y no pude articular palabra. Me sabe mal por ella, porque es la única que ha estado a mi lado estos días, aunque en la distancia, pero como amiga de ambos que es me resulta inevitable preguntarle por ella, y me diga lo que me diga, bueno, malo o regular, yo acabo siempre como cada vez que algo me la recuerda, o sea, fatal.

Así que de momento los planes de poder coger el coche el lunes y volver poco a poco a la normalidad se han ido al traste. Cada vez dudo más que sea capaz de hablar con ella el viernes que viene, puede que lo tenga que seguir postponiendo hasta después de Fallas. De momento le he dicho a Benjamina que no le diga nada a ella de mi recaída. Ya se lo diré yo en su momento, sea éste cuando sea.

Porque es una de las cosas que quiero decirle, aunque a lo mejor tenga que ser a través de Benjamina. Está claro que no es más que mi opinión y que muchas personas no la compartirán, pero sinceramente, y siendo objetivo si es que uno puede serlo en mi situación, pienso que la decisión de ella ha sido la equivocada, y no la entenderé nunca por mucho que me la explique (que supongo que es lo que quiere hacer cuando nos veamos para quedarse tranquila o lo que sea). Pero lo que nadie puede discutirme es que la ha tomado en un mal momento. Le pedí una semana más de tiempo para poder verla, y no hizo sino precipitar las cosas y no hacerlo en persona. No es que yo esté moribundo, pero sí enfermo, y a la soledad del aislamiento forzado por la recuperación, ella sumó, sin darse cuenta posiblemente, la soledad que me causa su abandono.

No me puedo creer que hace justo una semana, a esta misma hora, ella estuviera aquí, conmigo. Ha pasado sólo una semana. No me lo puedo creer. Para mí ha sido una eternidad, y singo sin verle final. Y encontrarme todavía cabellos suyos en la cama donde me veo recluido gran parte del día no me ayuda en absoluto. Y cuando pienso que ya estoy mejor no es más que una espejismo, porque no es lo mismo olvidar, que no recordar. Y cuando un ínfimo detalle me hace derrumbarme como ahora mismo, es que ni siquiera he empezado a superar nada.

Lo dicho. Si hay algo peor que el tremendo dolor que ella me ha causado, es unirlo al dolor físico y al aislamiento forzado.