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17 enero 2007

Qué bonito es el amor (y IV)

En realidad pensaba dar por finalizada la trilogía pastelona (tan de moda están que yo también quería una) con la tercera entrega, pero tantas cosas me pasan últimamente, todas buenas y todas relacionadas con Primilla, que no sé si acabaré algún día con este culebrón.


El día que acabé la mejor semana de mi vida con Primilla en mi cama, empezó la semana más o menos anual de abandono por parte de mis padres. Solo que esta vez no tenía pinta de ser tan horrible como el año anterior.

Durante la semana, como personas responsables que somos Primilla y yo, nos dedicamos a estudiar cada uno lo nuestro, pero el mismo lunes estuve a punto de meter la pata a lo grande, agobiándola como estaba avisado que podría pasar, hasta el punto de (pensé yo) que todo se iría a la mierda, pero al final no fue para tanto. Solo que el regalito que le compré esa mañana bajo los influjos románticos de la noche anterior, me lo guardé para mejor ocasión.

Al final resultó que aunque intenté distanciarme de ella y no verla en un tiempo, Primilla no me dejó: no era cuestión de vernos menos, sino de saber distinguir los momentos íntimos de los menos íntimos o públicos o dedicados al estudio, y también, como acabo de descubrir hoy mismo, de no presionarla con los estudios, que padre ya tiene uno y si estudia más o menos no va a ser porque tenga pareja o deje de tenerla.

El caso es que el miércoles ya volvimos a vernos y lo hablamos todo. Volví a sentir las mariposas en el estómago, y le propuse salir a cenar el viernes los dos solos. Y no sólo aceptó, sino que el jueves, que estuve con Sandra por la mañana poniéndola al día y aliviando un poco lo mucho que la echaba de menos desde que comencé de nuevo las clases, Primilla volvió a llamarme y a insistir para que me fuera a comer con ella. Estaba con sus amigas de compras, un día sólo de chicas dedicado en exclusiva a las rebajas, pero quería verme, y yo no puedo resistirme a eso.

Me fui con ellas, comimos, hice cogido de su mano parte del por-otra-parte-perfectamente-planificado recorrido de tiendas, y unos cuantos besos y miradas de corderito degollao (como las que nos dedicamos la noche del cumpleaños de Benjamina) más tarde, me despedí. Y aún tuve que resistirme a sus ruegos para acabar juntos el día. Una constatación más de que no soy el único al que todo esto le ha dado muy fuerte.

El viernes cenamos juntos. Reservé mesa en un restaurante italiano (cómo no) del que me habían hablado muy bien pero aún no conocía, y la verdad es que nos gustó mucho a los dos. El ambiente era más romántico que en el resto de italianos que conozco, y la ocasión lo merecía. Cenamos pronto y nos acercamos a unos multicines a ver si nos gustaba alguna película, pero no llegamos ni a aparcar. No queríamos recogernos muy tarde, por varios motivos, como que por la mañana ella había quedado con una amiga para estudiar, y también porque en la maleta de mi coche Primilla dejó, cuando la recogí en su casa, una bolsa con su pijama: una vez más había aceptado mi propuesta de dormir conmigo.

Durante la cena, improvisando una vez más, decidí que era el momento de darle el regalo que tuve que guardarme el lunes. Le piqué la curiosidad desde que un comentario suyo me hizo decidirlo así hasta que finalmente llegamos a mi casa y, ya sentados en la cama, se lo di. No se lo esperaba, pero sin duda le gustó. Un día entramos a una tienda justo enfrente de su casa para hacer tiempo, y de las muchas cosas que iba viendo, al pasar por un pequeño mostrador se giró y me dijo: "me gusta ese". Yo tomé nota mental, y unos días más tarde fui y lo compré esperando la ocasión adecuada para dárselo: un piercing para el ombligo. Incluso acerté con el calibre, que ni sabía que había distintos. Por fin el destino, o quien sea, me está devolviendo todas las que me debe.

No teníamos sueño, pero nos pusimos la ropa de noche, y las carantoñas sobre la cama empezaron pronto. Fui a buscarle una goma para el pelo, y cuando volví a la habitación me la encontré quitándose el piercing que llevaba para ponerse el que yo le había regalado, que unos minutos antes había guardado en su bolso. Y ahí empezó mi descenso al paraíso. Admirando mi regalo, besando su ombligo, acariciando sus caderas, leyendo las viñetas del pantalón de su pijama. Que tenía botones, de adorno, sí, pero se podían desabrochar. Y ella no me lo impidió.

Aún no me puedo creer que me saliera todo de manera tan natural, como si lo hubiera hecho mil veces. Ella misma se sorprendió de mi pericia, tanto como yo de disfrutar de esa manera dándole placer a ella. Se puso muy nerviosa y tuvo que pararme, también una segunda vez cuando intenté seguir complaciéndola por otros medios. Ella parecía la novata y yo el experto. Pero aunque era al revés y yo seguía con la ropa en su sitio, ni estaba frustrado ni decepcionado ni nada parecido. Quería haber llegado hasta el final, como le dije, pero si ella necesitaba tiempo yo no tenía ningún problema en dárselo. Seguía sin tener prisa por probar lo que ya había saboreado, por primera vez, tan de cerca.

Unos besos más tarde, nos dormimos. Mejor dicho, ella se durmió. No fueron cuatro horas como la otra vez, sino ocho, pero igualmente no pegué ojo en todo el tiempo, abrazado a ella como un idiota. Igualmente el despertar fue dulce, y mis manos, que ya conocían el camino y tenían mucha menos ropa que esquivar que la semana anterior, volvieron a buscar el piercing y más allá. Y esta vez no me frenó.

Después de aquel maravilloso segundo despertar a su lado seguimos con nuestra rutina, es decir: vernos todos los días, cuanto más tiempo mejor, y hablar por teléfono por la noche como si no nos hubiéramos visto en semanas. Pasamos la mañana del domingo estudiando en la biblioteca juntos, y quedamos de nuevo por la tarde, esta vez con Obsesión, para tomar algo. Estuvimos en un centro comercial y conocí a la madre de ésta, que por ser madre putativa de Primilla (y de Benjamina, a quien también ha "adoptado" como a una hija más) automáticamente se convertía en mi suegra putativa, y pasé el exámen con nota. Tanto el reconocimiento visual (frontal y trasero), como el test de personalidad.

Ya por la noche los jóvenes nos separamos de la madre y su actual pareja, y nos fuimos los tres en busca de otros tres que completaran el trío de parejas: Benjamina y su novio, y el nuevo "algo" de Obsesión, pero como éste último no es del agrado (por suavizarlo un poco) de Primilla, ella y yo nos excusamos pronto y nos perdimos por Valencia. Tras un par de intentos fallidos de localizar un sitio decente abierto para cenar, acabamos en Port Saplaya, donde Primilla me enseñó el faro, su sitio favorito para perderse en sus peores momentos para llorar sus penas a solas con el mar, y también para algún que otro momento agradable.

Allí, sentados en la última roca, de noche, abrazados de cara a un mar en calma y con las luces de mi Valencia a lo lejos, volví a improvisar. Primilla quería una "pedida oficial" para comprometerse en cierta manera a algo serio entre nosotros y tener una fecha que celebrar en el futuro, y qué mejor sitio que ese. El momento también parecía el adecuado, y la compañía desde luego lo era.

Me dijo que sí, envuelta en una ternura que nos rodea a los dos desde hace días, y nos besamos. Y puedo decir sin exagerar que fue un beso diferente y que puedo recordar en el futuro. Lento, muy tierno, y durante unos segundos nos quedamos paralizados, perdidos cada uno en los labios del otro. La fecha, 14 de Enero. Justo doce años después de atreverme a hacer la misma pregunta a una chica y que ella, por supuesto, en aquella ocasión me diera calabazas. Ha llovido mucho desde entonces, pero ha merecido la pena la espera.


Así que ya puedo cambiar alguna de las frases que puse en mi perfil cuando comencé este blog hace casi dos años. Ya puedo, oficialmente, decir que tengo novia. Y aunque no creo que cambien mucho las cosas (o al menos no muy de repente) a raíz de ese día, y aunque no quisiera ilusionarme y llevarme luego un batacazo de los que hacen historia, sí puedo decir dos cosas de las que estoy muy seguro.

Que soy muy feliz, porque sea lo que sea lo que yo siento ahora mismo, lo veo también en los ojos de Primilla, multiplicado por mil, cada vez que la miro. Y que pienso luchar día a día para hacerla feliz y no estropear esto tan maravilloso que nos está pasando a los dos.

Porque he esperado una oportunidad así demasiado tiempo como para desaprovecharla ahora.

Anonymous Anónimo said...

es perfecto...,me has hecho llorar.
me alegro mucho

11:26 p. m., enero 17, 2007  
Blogger Mari Carmen said...

Estoy segura q serás capaz de hacerla muy feliz!! Me alegro mucho por ti por todo lo q te está pasando últimamente!
Besotes

1:24 a. m., enero 18, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Las luces sobre el mar, el reflejo de las estrellas... golfo! ;)

Ves como eres tu el fenòmen? jeje.

Un abrazo enorme y mi mas sincera y alegre enhorabuena.

8:48 a. m., enero 18, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Q romántico el lugar...

Enhorabuena, y seguro q harás muy feliz a primilla.

Besos :*

12:09 p. m., enero 18, 2007  
Blogger MeTis said...

a este paso lograras hacerme llorar joe.. sabes una va conociendote poco poco y creeme que soy sincera cuando te dijo que realmente estoy muy contenta por ti. Ahora solo disfruta de tu felicidad y hazla feliz. estoy segura que ella en la misma medida lo hara contigo.

un beso

1:29 p. m., enero 18, 2007  
Blogger Reich said...

Enhorabuena guapetón!

Un besito.

2:39 p. m., enero 20, 2007  
Blogger Srta. Effie said...

Ya me veo encargando tarjetas de visita a nombre de Sres. de Weenie.
¡Que requeteguaposeteveasídedefinidoyenamorado!
Ahora tomatelo con calma y sin agobios. Y a disfrutar del amor.
Pues eso. Y un poco de aquello. Que ya lo sabes aunque no te lo diga.

Mil besos.

6:32 p. m., enero 23, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Desde que empece en esto de los blog me senti identificada contigo, espero recuerdes por qué. Como me alegro que la vida te este sonriendo de esta manera también!!! Mis mas sinceras felicitaciones. Me has enganchado a tu blog con esta historia

8:06 p. m., enero 29, 2007  

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