Abans de ploure...

Para el jueves se anunciaban lluvias, pero cuando llegué a la biblioteca donde había quedado con tres compañeras de clase para ayudarles con el examen de ayer, aún no había caído ni una gota.

Más que estudiar yo, me dediqué a ayudarles a ellas, y cada una me lo agradeció a su manera. Es decir, que salí de allí, además de con un horrible dolor de cabeza, con tres o cuatro abrazos y unos cuantos besos.

De lo que no me di cuenta en el momento es de que nunca había chispeado tanto como ese día. Tal vez por eso me llevé a casa alguna cosa negativa más, como un virus que me empezó a afectar por la noche.

Así que el día del examen me levanté con náuseas, seguí con frío toda la mañana acompañado de un ligero dolor de cabeza, y acabé toda la tarde en la cama con treinta y ocho y medio de fiebre. El examen salió como tenía que salir, y yo ya estoy bastante mejor que ayer.

Y no deja de sorprenderme lo bonitas que son algunas analogías.