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17 septiembre 2006

Shallow Joe

No quería encariñarme con nadie.

- ¿Nos vas a echar de menos?
- Siiiiii, claaaaro, bufff, cuantísimo os voy a echar de menos, madre mía...

Entré para poco más de un mes, y bastante duro me resulta ya saber que podría estar con Sandra, o cerca de ella al menos, como para encima encariñarme de alguien más y pasarlo peor aún al despedirme. Aunque despedirme no es lo mío, así que me escabullí por la puerta de atrás cinco minutos antes de lo previsto para evitar ese momento. La gente ni se imagina lo mal que lo pasé la última semana con lo de Ingénico. Ni de lejos.

Pero esta vez la decisión ha sido mía, aunque eso no hace más fácil todo esto. Espero que cuando empiece a estudiar la cosa valga la pena y no haya sido una mala decisión. También tengo pendiente otro trabajo en Sagunto, así que por lo que sé, la noche del jueves podría haber sido la última compartiendo curro con Sandra, no de este contrato, sino para siempre.

Por eso fui a la fábrica como un cordero va al matadero. O ese era el sentimiento hasta apenas una hora antes de salir de casa, cuando recibí un mensaje de ella preocupándose por mi ausencia. Y es que no nos habíamos visto en toda la semana, pero yo ya tenía pensado salir de casa media hora antes ese último día para ponerle remedio. Y tan pronto como nos pusimos a hablar se me olvidaron todas mis penas. Ojalá aprenda pronto a no depender de la fábrica para repetir encuentros como ese. Unos simples veinte minutos de conversación de vez en cuando son todo lo que necesito para no echarla de menos más de lo imprescindible.

Ahora ya está hecho, alea jacta est, y mañana comienzo de nuevo en "el insti", con casi treinta años. Me voy a parecer a los de Al salir de clase, o los Serrano. Todo sea por mi futuro profesional. Y que éste no me amargue demasiado el personal, a ser posible.

Por otra parte las cosas parecen volver a encauzarse con mis compañeros de frontón. Tal vez porque ya apenas jugamos y desde luego nos vemos mucho menos que hace un par de años, pero ya no hay tensión por mi parte, al menos de momento. Reconozco que también necesito hablar con ellos de vez en cuando. Me viene muy bien, como hoy. Mi vuelta a las aulas parece menos descabellada después de una tertulia con ellos.

Tengo ganas de que pase mañana, de empezar el curso y ver cómo se desarrolla todo. Si valdrá la pena, si podré dedicarle tiempo también a la oposición, si podré ver a Taku a menudo (ya que estudio al lado de su barrio), o si me llamarán para la entrevista en Sagunto y tendré que dejarlo todo y cambiar de nuevo de planes. La vida se emperra a veces en llevarnos por caminos que no tenemos previsto recorrer, y no te deja más opción que tirar p'alante.

En cualquier caso mañana se acaban los "horarios de oficina", los "ocho horitas y me olvido de todo al salir por la puerta". Como estudiante no he tenido hora de cierre, sino hasta el cuerpo o la cabeza dice basta, y por mi bien espero volver a las viejas costumbres, señal de que no he perdido el hábito de estudio.

Vuelve el otoño, el frío y las mangas largas. Se van los escotes pero vuelven los vaqueros ceñidos, y cómo me gusta. El calor me aplatana, igual que a mi perro (¿o a mi perro igual que a mí?), y ya tenía ganas de comenzar un año, que en mi reminiscencia de estudiante, también empieza en septiembre. Volverán las noches de viernes con monólogos de humor, y por qué no, las de discoteca. Y si es con Sandra y Taku qué más puedo pedir. Y ya han vuelto para mí las noches de cine.

Anoche me fui al cine yo solo, eso tampoco cambia de momento, y fue curioso. Al llegar a la sala me senté al lado de una mujer que iba con su hija, pero al empezar la proyección la que estaba a mi lado era la hija. Guapa, pero muy joven. Me quedé a ver los créditos del final (lo hago siempre, cómo no lo iba a hacer en la de los piratas del caribe sabiendo que al final de la primera había "regalo"), fui el único y obviamente el útimo en salir, pero antes de llegar al parking, y hay un trozo si alguien conoce los Kinépolis de Valencia, vi una cinta del pelo, una melena negra y unos vaqueros (viva el otoño, one more time) que reconocí como los que tuve a mi lado en la sala.

El parking es enorme, y de nuevo perdí de vista a la chica. Al llegar al coche, puesto que había atasco para salir del parking (la masificación de esos cines los sábados por la noche no es moco de pavo) me quedé en el coche sin arrancar esperando que el atasco pasara. Y ¿quién había en mi misma situación en el segundo coche a mi izquierda esperando igualmente? Exacto. ¿Casualidad? ¿El destino? ¿Una situación romántica, tal vez?


Este es el tipo de mierda que se le pasaría por la cabeza a algún romántico descerebrao como yo, sin ir más lejos, y de hecho ocasiones similares y pensamientos parecidos abundan en mi pasado. Pero últimamente veo muchas películas, y no todas tan a la ligera, ni siquiera las comedias románticas americanas, tan cortadas por un mismo patrón que éste ya empieza a asquearme. La penúltima que he visto en mi casa, cortesía del comparte-y-disfruta de la CP2k6, me ha calado más hondo de lo habitual. "Shallow Hal", Hal el superficial para los no angloparlantes o "Amor ciego" para quien prefiera la versión castellana.

Qué bien merecido tiene enamorarse de una chica... gordita, para no ser muy crueles, y qué lástima que en la vida real no sea tan fácil dejar de ser superficial y las lecciones se aprendan mucho más lenta y dolorosamente.

Blogger Daniel Mas said...

Me alegro de leerte otra vez, y saber que todo va bien por ahí... espero que te sea leve ese reenganche a la vida estudiantil, o en cualquier caso si hay que tirar para otro lado, pues que vaya muy bien también.

Sé perfectamente lo que es que la vida te vaya reconduciendo ella solita hacia un sitio u otro, y esas situaciones románticas de coincidéncias siempre se han quedado en eso, coincidéncias. Pero es curioso como se nos pasan las mismas cosas por la cabeza, sinceramente es una lástima vivir tan lejos.

Un abrazote

2:15 p. m., septiembre 18, 2006  
Anonymous Anónimo said...

Oh!!!No me lo puedo creer! Yo también he vuelto a estudiar después de tanto...Y en mi antiguo instituto, por más señas. Ni que decir tiene que está muy cambiado. Todo lleno de...personas jóvenes. Muy jóvenes. De críos, vamos. Lo cual es normal tratándose de un instituto pero no sé...Los de ciclos superiores estamos en el sótano, y por suerte nos tienen separados del resto del universo con dos pisos. Aún así, me chirría ir a la fotocopiadora, al baño o a secretaría y encontrarme una fila de críos gritones, pegándose y haciendo el salvaje. Yo juraría que cuando era así de joven no era así de gilipollas...Pero no sé. Igual es que ya he adquirido el talante de una yaya y por eso me molesta todo. Por suerte, no soy de las más viejas de mi clase, si llego a serlo no me salva del suicidio ni Superñoño.

8:30 p. m., septiembre 20, 2006  

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