Puedo escribir los versos más tristes esta noche (II)

18 de Julio de 2005, Lunes

Para Inés yo era su primo de Valencia, y ella, a falta de algo más que a nadie podía confesar que yo deseaba, era mi amiga y confidente. A ella le debo el haber sido capaz de hablar con mis padres y contarles mis problemas. A raíz de eso fui a un psicólogo e hice terapia, gracias a lo cual hoy he superado esa etapa negra de mi vida. Por lo cual, entre otras cosas que no vienen a cuento, le estaré eternamente agradecido.

No logro ubicar con precisión aquel verano (nefasto para mí) en la relación de Jaime y mi prima, pero ésta poco a poco se fue estropeando. Las noches de fiesta y las múltiples sustancias que rodean ese ambiente han convertido a Jaime en algo que no me gusta en absoluto. Empezó a engañar a Inés para conseguir dejarla en casa por la noche y poder salir con los amigos sin que ella lo supiera. Yo era incapaz de ser cómplice de sus mentiras, y cuando Inés me preguntaba, le decía la verdad. También vi cambiar su actitud hacia ella. No me atrevo a calificarlo de maltrato psicológico, porque reconozco que no soy imparcial en este asunto. Sólo sé que la veía sufrir y que ella aguantaba muchas cosas que no todo el mundo hubiera aguantado.

Al final rompieron. Fueron cuatro años de relación, puede que algo más. Hubo infidelidades de por medio, pero depende de a qué lado de la pareja le preguntes, obtendrás dos versiones totalmente diferentes de quién hizo qué. Sólo sé que aunque era por el bien de los dos, sentí mucho que se separaran. Tenía miedo de perder el contacto con Inés, y realmente me hubiera hecho feliz que formara parte de mi familia.

Los primeros años después de su ruptura fueron muy difíciles para mí, aunque no tomé partido por ninguno de los dos ni creí nunca por completo ninguna de las versiones de los hechos. O tal vez fue precisamente por eso, por no defender a mi primo y atacar abiertamente a mi prima. Mi tía, como es natural, defendía a su hijo con todo su carácter, que es mucho. Yo, aunque menos que antes, seguía yendo por aquellas tierras, y siempre llamaba a Inés y nos veíamos. En ocasiones a escondidas de mi tía, que llegó a preguntarme si yo también me había acostado ya con esa puta. En cambio, Jaime era más comprensivo, y de hecho yo dependía a veces de él para poder ir a verla, ya que no tenía vehículo propio.

Desde entonces cada uno ha rehecho su vida. Nunca me ha gustado para Jaime ninguna otra de sus novias. Las comparaciones en mi cabeza eran inevitables, y creo que para él, en el fondo, también. Él mejor que nadie sabe que nunca ha sido tan feliz como lo fue con Inés. Aún hoy, no deja de criticar con saña a los novios que ella ha tenido. Puede que nunca lo haya superado del todo.

Así ha pasado el tiempo, y hemos llegado a día de hoy. A pesar de la distancia, que es mucha, y de ver a Inés tan solo una vez al año en el mejor de los casos, no ha cambiado un ápice lo que yo siento por ella. Si acaso, la he idealizado y la he subido a un altar del que no sé si la bajaré algún día. Aunque no la vea, aunque no la llame, sigue siendo mi amor platónico. Perfectamente asumido, entiendo como tal al amor que uno mismo sabe que nunca será correspondido, y así será para siempre por lo que a mí respecta.

Sueño con ella, la recuerdo a menudo, tengo sus fotos en un lugar preferente tanto en mi ordenador, como en el móvil, como en todas partes. Imaginarme a su lado ya me hace feliz, y es a lo máximo a lo que nunca podré aspirar.

Porque dudo mucho que Inés tan siquiera sospeche la naturaleza de mi afecto por ella. Sabe que la aprecio y le tengo mucho cariño, más incluso que a mi propio primo (que hoy por hoy no es mucho), pero nada más. Y así seguiremos durante muchos años, si Dios (o cualquier otra voluntad superior a la nuestra) así lo quiere.

[...]

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

[...]