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01 agosto 2005

Puedo escribir los versos más tristes esta noche (I)

18 de Julio de 2005, Lunes

La primera vez que la vi fue en la piscina del pueblo donde ella vive. Por aquella época, mi primo Jaime todavía era más un amigo que un primo, alguien con quien eliges estar, y no alguien con quien te toca pasar las fechas señaladas cuando quieres estar con tus seres queridos. Fuimos a la piscina un día de verano de hace ya muchos años, y allí estaba Inés. Apenas contaría con trece o catorce años, por lo que recuerdo. Jaime me la presentó y estuvimos un rato hablando en grupo, entre chapuzón y chapuzón. Alta, delgada, todavía no se adivinaban bien sus formas de mujer, pero ya era muy guapa. Era más joven que Jaime, pero él ya le había echado el ojo en el instituto para un futuro que resultó ser no muy lejano.

Al pasar el verano siguiente, o tal vez dos años después, me fui con mi primo, su hermano pequeño y sus padres de vacaciones al caribe. A los tres días de estar allí, a Jaime ya se le veía arrastrarse como alma en pena por todas partes. En aquel verdadero paraíso terrenal no encontraba nada que aliviase su aflicción. Echaba de menos a su novia. Y yo me preguntaba cómo es posible que alguien no pueda desconectar y olvidarse de todo durante siete días y disfrutar de unas vacaciones. Y yo me preguntaba cómo debía ser la chica capaz de hacer sentir así a alguien. Y la respuesta empecé a conocerla al regresar del viaje. Era Inés.

Fue su primera novia oficial, de larga duración. Se enamoraron como sólo un adolescente puede hacerlo. Compartieron muchos momentos, y yo tuve la fortuna, o tal vez la desgracia, de compartir muchos de ellos. Los padres de Jaime, mis tíos, son como mis segundos padres. Siempre que podía me escapaba y me iba a pasar unos días con aquella parte de la familia tan querida para mí. Y podía siempre que las clases me lo permitían: vacaciones de verano, de Navidad, y de Semana Santa.

Jaime también era el hermano que nunca he tenido. Como un hermano mayor, aunque él sea más joven. Me llevaba a todas partes, hacíamos todo juntos. Y cuando empezó a salir con Inés no cambió mucho la cosa. Tal vez por mi inexperiencia en asuntos de pareja, o por la propia naturalidad con que ambos me acogían a su lado, nunca sentí que sobraba o que estaba en medio de algo. Nos íbamos a la piscina, a comer, de compras, a cenar, al cine, veíamos películas en casa...Incluso pasamos juntos la nochevieja de 1999. Y yo nunca había salido de fiesta en nochevieja, ni lo he vuelto a hacer.

Pronto empecé a sentirme especialmente unido a Inés. Andábamos los tres por la calle, y ella me cogía de la mano o del brazo con inocencia casi infantil. En la piscina, mientras Jaime jugaba a fútbol en el campo que había al lado, yo me quedaba en la toalla hablando con ella. Cuando íbamos en el asiento de atrás del coche de mis tíos y nos dormíamos los tres en el viaje de regreso a casa por la noche, no era raro que ella acabara apoyando su cabeza en mi hombro para dormir. Cuando, hablando de cualquier cosa, yo me emocionaba y ella me veía especialmente sensible, me acariciaba la mejilla. Más de una vez lloré delante de ellos, y no me importó. No se me ocurría nadie mejor con quien desahogarme que Inés.

Porque por aquella época empecé a sentirme mal. Yo tenía controlado lo que sentía por ella, en la medida en que un hombre puede decirle a su corazón que no se enamore. En realidad tampoco estaba enamorado todavía. Pero mi vida en Valencia no era perfecta. En la universidad me sentía solo, pasé unos años muy malos, y nunca, nunca tuve una chica a mi lado con quien compartir mis sentimientos. Empecé a echar eso en falta, y cuando estaba con ellos la envidia empezó a no ser tan sana como debiera serlo. Aun así, jamás hice nada para entrometerme en su relación.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

[...]

Anonymous Anónimo said...

Sin palabras... así me he quedado.

Me alegra volver a leerte y más conforme has regresado.

Un beso.

9:58 a. m., agosto 02, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Pues claro q me dí cuenta q habias vuelto, yo me paso todos los días para ver si regresaste, q soy fiel!! jajaja

Bueno, intentaré contar algo... pero esq yo tb estoy vaga, tanto q pensé en dejar el blog como estaba... o incluso borrarlo... en fín, paranoias q le dan a una.

Buenos días y un beso! esperaré atenta a tu nuevo post...

:*

8:10 a. m., agosto 03, 2005  
Blogger NOnameGIRL said...

Y después de tanto tiempo, ¿sigues con ese sentimiento en tu interior? Si es así, eso se llama "amor", y no tienes porque negarlo ni porque no luchar por él. Lo peor en la vida es arrepentirse por no haber hecho algo.

Me alegro de tu regreso :)

:-*

11:54 a. m., agosto 03, 2005  

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