Ya que no voy con la familia...

Como hijo único que soy, siempre he estado bastante solo en casa. Tampoco he sido por mi timidez un niño de los que salían a la calle por la tarde después del cole para jugar con los amigos del barrio. Tal vez por eso mismo desarrollé desde muy pequeño el hábito de la lectura. ¿O fueron los libros los que me hacían preferir no salir a la calle y quedarme en casa leyendo?

El caso es que hijo único y mimado son conceptos que al menos en mi caso van muy de la mano. Por eso no me gustaba celebrar fiestas de cumpleaños en casa, en las que todo el mundo tocaba mis cosas y dejaban mi habitación desordenada, y por eso no me hizo mucha gracia cuando mi tía dijo que se iba a venir a casa una semana entera de vacaciones con mis dos primos pequeños.

En realidad todos mis primos son más pequeños que yo (al menos los primos que importan, los hijos de hermanos y hermanas de mis padres). Inciso: ni tuve, como a veces quise, un hermano mayor, ni un primo mayor. Soy el primer nieto tanto de mis abuelos maternos como de los paternos. Y debo reconocer que estos primos no son los peores (en el sentido de revoltosos) con los que pasar una semana en casa.

Así que no debería sorprenderme, pero no ha sido tan mala esta semana con ellos como esperaba. Pero lo que más me sorprende es que hoy que no están les echo de menos. Siendo como soy una persona acostumbrada a la soledad, no me doy cuenta de lo que me gusta la vida familiar hasta que no pasan cosas como estas. De pequeño era yo el que iba al pueblo todos los veranos, y hasta hace unos años me iba a Gerona con la familia de allá. Pero ahora ni eso.

Y sí, lo echo en falta.