Un verano sin internet (III)

04 de Agosto de 2005, Jueves

Ayer Arlén estaba muy malita. Era su segundo día de dieta (únicamente cuatro piezas de fruta al día), obligada por unos análisis. Aparte de tener seguramente la tensión baja, su ánimo estaba aún más bajo.

- Es que hasta tengo ganas de llorar.

Me lo dijo estando yo sentado a su lado. Me vino el recuerdo del beso que me dio sin venir a cuento y me dieron ganas de hacer yo lo mismo para animarla. Pero no pude. Vergüenza, tal vez. Era un buen momento para hacerlo pero no fui capaz. Soy así de poco cariñoso (dejémoslo así).

En cambio, más tarde vi que se había levantado de su sitio y estaba de pie ayudando a su hermana, que tenía faena acumulada. No tuve que pensarlo, y me levanté para ofrecerme a hacerlo yo y que ella pudiera sentarse. No me di cuenta, pero parece ser que fue un detallazo (en palabras de Sandra), detalle que fue agradecido por Arlén con uno de sus besos por sorpresa.

Lo que no me esperaba era mi reacción al beso. No es que dijera ni hiciera nada, pero hubo reacción, y la noté físicamente en la parte de mi cuerpo menos apropiada dada la naturaleza inocente y cariñosa de su gesto. Todavía no sé si debo avergonzarme por ello o fue algo sin importancia.

Para una vez que no pienso en lo único...