Anoni-¿qué?

Veo últimamente que mis posts han cambiado de tono. Excepto el domingo, que me encabroné malamente con mis [comillas-tipo-doctor-Maligno] "amigos" [cierro-comillas]. Empecé muy serio este proyecto de blog, y tampoco era esa mi idea. Cierto que quería un desahogo y un poder decir las cosas que normalmente no digo a nadie. Pero también es cierto que nunca pretendí llegar al nivel de cachondeo que leo en otros blogs. Una cosa es ser gracioso de palabra, y otra saber escribirlo.

Y no sé a qué se debe el cambio. Puede que vea mi futuro con un poco más de optimismo. El radiofir, un trabajo con expectativas... O puede que sea porque por fin he roto el anonimato.

No me ha durado mucho, lo sé. Ha sido fruto de una casualidad, pero podría haberme resistido a ella y no lo he hecho. Una vez tus amigos saben que escribes un blog, ¿cómo negarles el acceso a él? Aquí debo puntualizar. Como bien me comentan dos de mis fans en sus sabios consejos, hay amigos y "amigos". Puede parecer normal tener roces con la gente con la que tienes más trato. Si no los tienes, puede que sea porque en realidad no estais tan unidos. En cambio tengo amigos con los que nunca he tenido la más mínima discusión (ni me he encabronado con ellos para mis adentros, con esas tragaderas que me caracterizan), y no por falta de contacto, ya que los veo a menudo. Durante la carrera, demasiado a menudo, podría decirse (pero yo no lo haré). Y sé que si necesito algo y está en su mano ayudarme, lo harán.

Ahora son dos más de mis escasos pero valiosisisisísimos lectores, y es curioso cómo se ha producido este encuentro. Un blog de los que yo llamo interesantes, comentarios de alguien que no conozco pero que... ¿podría ser él? Y resulta que sí, lo es. Si cuando yo digo que el mundo es un pañuelo... Ya iréis conociendo poco a poco al educador Ignacio, que ya comenta de vez en cuando por aquí. Y también a Carlingas. Dos grandes tipos, compañeros de fatigas y días eternos en la biblioteca. ¿Qué decir de ellos? Que les he abierto mi corazón y mi blog, y no todo el mundo puede decir lo mismo. Por algo será.

Y ahora conocen mi otro yo, me visitan, y marujonean en mis adentros como cualquier navegante casual (hay que ver cómo llegan algunos a visitar mi página). Eso significa, por ejemplo, que no voy a poder criticarles abiertamente. Pero no me importa, porque nunca he tenido la necesidad de hacerlo, ni creo que ese momento llegue.

Y luego, una vez rota mi máscara de anonanimidad (sí, soy de ciencias y puedo decir esas cosas sin ser una miss), el siguiente paso surgió de manera natural. Le pedí permiso a Anita para publicar una foto suya. Y tampoco me parecía bien hablar de ella, obtener su beneplácito para darla a conocer a la blogosfera, y no decirle mi dirección. Con todo lo que hemos compartido (a través únicamente de internet, sí, pero para mí fue mucho), y encima habiendo roto la regla de las iniciales para poner su nombre real sin siquiera consultárselo. No me parecía justo.

Ahora quiere que nos veamos, y yo sigo teniendo mis dudas. Pero eso será tema para otro post, donde encajará mucho mejor su foto. Porque hoy es lunes, y los lunes tengo una cita con una pelirroja con mucho morbo.