Me gusta el fútbol. Pero sólo hoy.
Porque el lado malo, si es que hay que buscarle alguno, de tener primos pequeños, es el vicio. Que les gustan las consolas, las maquinetas, y los ordenadores. Concretamente, mi ordenador. Yo les pongo juegos y se tiran las horas muertas sin darme guerra. Lo cual me permite a mí descansar un poco de ellos, todo sea dicho. Pero claro, no me dejan ni un respiro a mí para ver el correo, bajarme apuntes del radiofir, ni nada que se le parezca. Y las precauciones que tengo que tomar para que no hagan ellos esas cosas (y otras peores) por su cuenta tampoco son moco de pavo.
Pero ¡ah, amigos! Llega el fútbol y el mundo se detiene. La mayoría de los españolitos, mi familia incluida, se apelotonan delante del televisor y... ¡el ordenador se queda libre! Es mío, mi tesssssoro. Y aquí estoy.
Mañana cuando se vayan yo me quedaré... tranquilo, triste, aburrido... Como mi perro. Pero hoy no tengo ganas de que se vayan. Si mi primito quiere que le ponga un juego y pase un rato con él... ¿cómo voy a decirle que no a una cosita tan adorable?
Y que juegue contigo tu padre.
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