No desearás la mujer del prójimo
Esa idea, la baja probabilidad de cruzarte con alguien por la noche en mi calle, no es ajena ni a los ladrones, ni a cierta parejita que nos visita entre semana ocasionalmente en su coche, aparcando en lo que yo llamo el rincón oscuro, y dedicándose a empañar los cristales por dentro y a tocar el claxon (involuntariamente, supongo) con distintas partes del cuerpo, ninguna de ellas la mano (hago un inciso: parece ser que, después de todo, el dogging sí que se está implantando en España).
Esa misma idea probabilística debió cruzar por la mente de una vecina mía la otra noche. No es que saliera desnuda a la calle y tampoco a horas intempestivas. Pero salir a tirar la basura con unos shorts minúsculos y un bikini, no es algo que yo haya visto nunca en Valencia. Y coincidió que yo salía justamente entonces a pasear al perro. Y para ligar no, pero para entablar conversaciones absurdas a todas horas, tener un perro multiplica las probabilidades.
La cosa hubiera quedado ahí (es decir, no habría llegado a este post), si a la mañana siguiente, sacando al perro de nuevo antes de irme a trabajar, no me hubiera cruzado con otra vecina poco pudorosa. Si hay dos perros por medio, las probabilidades de entablar conversación se convierten en certeza. No creo que ella esperase encontrarse con nadie al sacar a su perro a las siete de la mañana, porque no vestía más que un mini vestido tipo camisón (no me extrañaría que duermiera con eso) de escote generoso y espléndidas vistas.
Tuve que hacer gala de todo mi autocontrol y de mi superpoder veraniego, la visión periférica, para no desviar la vista de los ojos de mi interlocutora y quedar así como un perfecto caballero. Pero el mal ya estaba hecho. Mi mente estaba disparada y la reflexión, aunque sobre el único tema posible en estas fechas, era inevitable.
Conozco (más o menos) los diez mandamientos. No soy excesivamente religioso, pero pienso, al igual que Bart Simpson et alter, que algún día, aunque sólo sea en mi lecho de muerte, me arrepentiré de mis pecados para poder ir al cielo. No es que ahora me dedique a infringirlos sistemáticamente, sino que también procuro ser bueno. Sé que no hay que desear a la mujer del prójimo. Ni siquiera aunque sea una de esas seis (de dieciocho en total) vecinas que están en edad de merecer (y ya te digo si merecen).
¿Pero tampoco puedo desearlas un poquitito? ¿Ni aunque tengan pareja pero no estén casadas? ¿Ni aunque se me presenten con estas vestimentas obra del mismísimo Satanás?
Debí leerme la letra pequeña del contrato antes de elegir esta religión.
Aiss... Joe... creo que este año lo vamos a pasar muuuu mal XDDD
Un besote :-***
P.D.: Sé que me vas a matar... pero adivina donde estuve este domingo...
^EXCESS^: matarte no, pero echártelo en cara algún día... no lo dudes :)
ISIS: malas! Mujeres malas! No hay quien os entienda! :P
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