La pregunta del millón

Antes de nada, quiero agradecer todos los comentarios de apoyo recibidos tras mi último post. No lo soporto, soy como Bustamante haciendo la pelota a sus fans, pero tengo que hacerlo. Gracias a tod@s.

Son baches que me dan, como a todo el mundo, y aunque no son para tanto, antes que darle la tabarra al primero que pille por banda, me desahogo con el blog, que para eso lo hice (en parte). Menudo abuelo voy a ser, con mis futuribles achaques, y cuando la artrosis, uno de ellos, me impida desahogarme en mi flamante teclado.

Uno de los comentarios recibidos, de puño y letra del genuino educador Ignacio, dejaba una preguntilla rondando las cabezas de quienes leyeron su comentario. ¿Qué es un P.R.? Parece ser que "cualquier problema nosotros lo solucionamos a nuestra manera, ya sabes, un P.R. en condiciones".

Y digo yo: ¿qué es un P.R.? Porque no me estoy haciendo el interesante, no, es que no tengo ni idea. ¿Qué demonios es un P.R.? Porque para acabar de arreglarlo, Nachete afirma que "si nos vieran ciertas partes del cuerpo lo entenderían más fácilmente".

Jur, jur, jur. ¿Será un Polvo Romántico? ¿Será un Peazo Revolcón? ¿Será un Pajote Regulero? Vale, reconozco que no estoy inspirado y sí un poco salidillo, pero es lo único que se me ocurre que alivie mis penas durante media horita. Bueno, 20 minutos... ¿Un cuarto de hora? Diez, seguro que aguanto diez minutos... Vale, valeee... cinco minutejos. ¿Incluyendo el tiempo que tardo en desnudarme?

En fin, que mi mente calenturienta también espera respuesta. Mientras llega o no llega, lanzo yo otra pregunta al aire.

¿Debería empezar a preocuparme por tener en la nevera nueve tabletas y media de chocolate distintas? ¿Dónde acaba el vicio y empieza la obsesión?