Que la pulpa de fruta engorda

Eso es lo que entendería yo si alguien me hubiera dicho hoy, poco después de las 14:00, "que te calles, puta gorda". Claro que quien me lo dijera estaría un poco ciego. Ni cobro por sexo (aunque no me importaría) ni estoy gorda. Como mucho gordo, o mejor fuertecito. La frase es de Southpark, pero se aplica a mi caso porque la mascletá de hoy me ha afectado a los tímpanos. Ya fui a ver la del jueves, quedé a comer con unos amigos con la excusa de los petarditos, pero no pude ponerme en "mi sitio", donde a mí me gusta. Que si por mí fuera, sería pegado a la valla de protección cual Spiderman regordete suspendido en el aire. Bueno, no, mejor en el suelo, que se nota mejor temblar todo el cuerpo. Decibelios no han faltado hoy, al contrario, pero en cuanto a temblores inferiores no ha estado tan bien la cosa. Y donde se pongan unos buenos temblores en las entrañas... Te preparas. Acudes dispuesto a aguantar el tiempo que haga falta para estar bien situado. Te relajas, te dejas llevar por el ambiente. Empiezan los sudores, hombro con hombro, codo con codo. Música en tus oídos. Se acerca el momento, empiezas a sentir el cosquilleo de la emoción. Empieza por fin. De repente desaparece todo cuanto hay a tu alrededor excepto aquello para lo que has venido. La cosa va a más. Te tiembla hasta el alma, te entran ganas de reír. Y cuando parece que ya no puedes más, cuando estás en lo mejor... todo se acaba y parece que sólo han pasado unos segundos. Se te queda una sonrisa de imbécil, y si todo ha ido bien hay aplausos. Vamos, igualito que las mascletás. O eso dicen, a mí nunca me han apludido al acabar.

He ido solo, porque no eran una excusa sino que realmente me apetecían los petarditos. No he avisado a ninguno de mis compañeros de sudores porque, como creo que ya he dicho, estoy un poco cansado de que no respondan a mis correos después de dos meses sin vernos y tras años de vernos prácticamente todas las semanas. Y resulta que en el metro he visto a R., uno de ellos. Estaba en el otro extremo del abarrotadísimo vagón, y aunque mi primera reacción ha sido buscarle al bajar, no lo he hecho. Si no me ha avisado de que pensaba ir, tal vez es que no quería que coincidiéramos. Tampoco le he evitado, la multitud ha hecho el trabajo sucio. Yo he acudido a "mi sitio", que en realidad es "nuestro sitio", y simplemente no nos hemos visto. Y luego, por supuesto, buñuelitos de calabaza. En realidad eran para mis padres, pero he comprado doce y sólo han llegado diez a casa. Se me deben haber caido por el camino. La gula me puede. Y la pereza, y la envidia... Lo que se aprende viendo las películas de Brad Pitt, tú. Pa que luego digan.

Esta mañana nueva alegría: nuevo comentario en mi blog. "Quien siembra, recoge", dicen, así que anoche me dediqué a leer blogs de gente que está empezando en esto de escribir para todos y para nadie a la vez, y dejé un par de comentarios por ahí. Después de mi primer post sé que hace ilusión, y no cuesta nada. Porque me gusta escribir, pero también me gusta leer. Igual que en una conversación prefiero escuchar, porque se aprende más. La vida es un continuo aprendizaje, y yo espero no dejar de aprender nunca. Empollón empedernido, estudiante silencioso, enamorado indefinido. Hace más de diez años que me describieron así, pero aún se aplica la definición. Nunca olvidaré a la chica que lo hizo, y no porque sintiera algo especial por ella. Basta una frase para pasar a la historia. ¡Ainsss! Como empiece a hablar de chicas esto sí que se puede hacer eterno. ¿Lo ves, Valery? La soltura para escribir no es otra cosa que pensar en alto y escribirlo todo. Claro que en mi caso es fácil porque pienso despacio y hablo deprisa. Venga, y para acabar un par de citas al respecto, que me gusta a mí esto de las frases célebres. "Think fast, talk slow", y "un sabio nunca dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice".

Ala, a bailarlo.